Sin embargo, por otro lado, estaban quienes veían con reservas y/o con abierta desconfianza la reflexión de Wojtyla. Varios de ellos eran importantes profesores tomistas que no estaban acostumbrados a volver a las cosas mismas sino más bien a la repetición de un cierto canon de ortodoxia filosófica. En lugar de afirmar la verdad como adecuación de la inteligencia a la realidad parecían sostener implícitamente que la verdad es la adecuación de la inteligencia a Santo Tomás. Todo les parecía insatisfactorio en Wojtyla: el método, el lenguaje, la propuesta.
He querido recordar esta escena para ilustrar cómo no es extraño encontrar resistencias en el momento en que el pensamiento cristiano da un nuevo paso hacia delante. Estas resistencias, por lo general, argumentan falta de fidelidad a la herencia recibida, el usar un lenguaje renovado que se considera ambiguo y los muchos riesgos que pueden venir si se adopta tal o cual iniciativa a partir del nuevo enfoque adoptado. Podríamos no haber mencionado el caso de la obra Persona y acción y utilizar otros ejemplos: la controversia sobre la noción de libertad religiosa en la que una aparente oposición entre la Encíclica Libertas de León XIII y la Declaración Dignitatis humanae del Concilio Vaticano II haría que algunos juzgaran de herético al propio Concilio; la introducción del significado unitivo y procreativo del acto sexual en Humanae vitae en lugar de la teoría tomista de un fin primario y dos secundarios; la novedad que implica el reconocimiento de la imagen y semejanza del ser humano con Dios a partir de la “unidualidad relacional” entre hombre y mujer realizado por San Juan Pablo II que complementa y amplía la tradicional comprensión de la imagen y semejanza con Dios en base a las facultades superiores del ser humano: inteligencia y voluntad libre, etc.