Una lectura detenida de estos mensajes sobre la creación en el contexto de la revelación de Dios y la responsabilidad del hombre en su uso y cuidado nos pueden ayudar a interpretar, desde una adecuada hermenéutica de la continuidad, lo que pueda decirnos el Papa Francisco en Laudato Si.
Reconociendo que muchas de las “batallas” de nuestros días (tanto a nivel de individuos, de estados, y de corporaciones privadas) se desarrolla a traves, en, bajo el pretexto y al servicio de intereses de y para la economía, hablar del uso y cuidado responsable de la naturaleza como una fuente esencial de paz entre los hombres nos obliga a profundizar en un sentido más humano (y, por tanto, moral—correctamente entendido) de la economía que fortalezca y resalte la dimensión relacional del hombre con Dios, con otros hombres (comunidad), y con la naturaleza. En otras palabras, la comunión (en cuanto participación en el Dios Trinitario) como fundamento ontológico (y, por extensión, económico) del hombre y sus relaciones vitales (tanto con la naturaleza como con otros hombres).
Es importante, y conecta entre sí, el magisterio pontificio de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco en esta cuestión del medio ambiente. Por eso, ofrecemos en esta entrada el Mensaje papal de su predecesor:
MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II PARA LA CELEBRACIÓN
DE LA XXIII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
(1 DE ENERO DE 1990)
PAZ CON DIOS CREADOR,
PAZ CON TODA LA CREACIÓN
Introducción
1. En nuestros días aumenta cada vez más la convicción de que la paz mundial está amenazada, además de la carrera armamentista, por los conflictos regionales y las injusticias aún existentes en los pueblos y entre las naciones, así como por la falta del debido respeto a la naturaleza, la explotación desordenada de sus recursos y el deterioro progresivo de la calidad de la vida. Esta situación provoca una sensación de inestabilidad e inseguridad que a su vez favorece formas de egoísmo colectivo, acaparamiento y prevaricación.
Ante el extendido deterioro ambiental la humanidad se da cuenta de que no se puede seguir usando los bienes de la tierra como en el pasado. La opinión pública y los responsables políticos están preocupados por ello, y los estudiosos de las más variadas disciplinas examinan sus causas. Se está formando así una conciencia ecológica, que no debe ser obstaculizada, sino más bien favorecida, de manera que se desarrolle y madure encontrando una adecuada expresión en programas e iniciativas concretas.
2. No pocos valores éticos, de importancia fundamental para el desarrollo de una sociedad pacífica, tienen una relación directa con la cuestión ambiental. La interdependencia de los muchos desafíos, que el mundo actual debe afrontar, confirma la necesidad de soluciones coordinadas, basadas en una coherente visión moral del mundo.
Para el cristiano tal visión se basa en las convicciones religiosas sacadas de la Revelación. Por eso, al comienzo de este Mensaje, deseo recordar la narración bíblica de la creación, confiando que aquellos que no comparten nuestras convicciones religiosas puedan encontrar igualmente elementos útiles para una línea común de reflexión y de acción.
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II. La crisis ecológica: un problema moral
6. Algunos elementos de la presente crisis ecológica revelan de modo evidente su carácter moral. Entre ellos hay que incluir, en primer lugar, la aplicación indiscriminada de los adelantos científicos y tecnológicos. Muchos descubrimientos recientes han producido innegables beneficios a la humanidad; es más, ellos manifiestan cuán noble es la vocación del hombre a participar responsablemente en la acción creadora de Dios en el mundo. Sin embargo, se ha constatado que la aplicación de algunos descubrimientos en el campo industrial y agrícola produce, a largo plazo, efectos negativos. Todo esto ha demostrado crudamente cómo toda intervención en una área del ecosistema debe considerar sus consecuencias en otras áreas y, en general, en el bienestar de las generaciones futuras.
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