Chesterton es considerado un autor “de derechas”, y para muchos sería claramente un conservador. Su defensa del matrimonio y de la familia, su oposición al divorcio, muchos de sus ensayos y libros publicados parecerían justificar esa apreciación. Recuerdo, sin embargo, que en el año 2004, en una cena en la Universidad de Nottingham, tras haber asistido a un simposio sobre “Fenomenología y Trascendencia”, organizado por el Center for Theology and Philosophy que John Milbank dirige en esa Universidad, estaba yo entado frente a la esposa de John, Alison Milbank.
Yo le había preguntado por las preocupaciones que dirigían sus trabajos, y ella explicó cómo ella y su marido vivían consagrados a la tarea de la difusión del cristianismo y del socialismo. Yo estaba por aquel entonces ya promoviendo la traducción y el trabajo sobre esa obra fundamental que es Teología y Teoría Social, e incluso habíamos hecho ya un primer borrador de su versión española, sin idea de que poco después aparecería publicada en español en la editorial Herder. Pero fuera de esa obra, por aquel entonces, yo no conocía la restante obra de Milbank ni había oído hablar de la RadicalOrthodoxy. En todo caso, viniendo de España, y tras la experiencia de lo que habían supuesto (y de lo que me imaginaba que iban a suponer) los atentados del 11 M y el golpe de estado que culminó la elección de Zapatero, esa asociación entre cristianismo y socialismo no podía dejar de chocarme. Así que le expuse mi dificultad a Alison con toda claridad, y le pregunté que entendían ella y su marido por socialismo, y cómo lo articulaban con la vida de la Iglesia. Con la misma naturalidad, ella me dijo: “Ah, pues ya sabe, el pensamiento de Chesterton, de Belloc y de otros como ellos”.
De momento me quedé de piedra. Luego he sabido, no sólo que Alison es una excelente conocedora de Chesterton y de su teología, sino también, y en gran parte gracias a Milbank y a los círculos del entorno de Milbank, otras muchas cosas acerca del socialismo y de su historia, y que no puede ni podrá haber nunca un verdadero socialismo a menos que sea cristiano. Esta afirmación tiene un significado muy distinto del que tenía el pensamiento que dominó hace décadas en otros círculos cristianos, que a veces se identificaban a sí mismos como “cristianos para el socialismo”. En esos ambientes se pensaba que no se podía ser buen cristiano a menos que uno fuera socialista (o comunista), identificando luego ese socialismo con el de quienes tienen patentado o secuestrado el nombre a favor suyo en forma de partido o de sindicato. Pasa aquí algo parecido a lo que comentábamos más arriba con la diferencia entre “teología política” y “política teológica”: en efecto, en los “cristianos para el socialismo”, el cristianismo termina casi siempre siendo instrumental a una determinada política secular, en este caso la del socialismo secular marxista o post-marxista. Es bastante parecido a lo que ha pasado y pasa hoy con muchas formas de cristianismo, incluso en medios más o menos “oficiales” de la Iglesia, que —aunque no tengan un nombre tan claro y honesto en el fondo como los “cristianos para el socialismo”—, su fe está en el fondo subordinada a políticas y a concepciones económicas que dependen de la ideología liberal o neo-liberal. En cambio, en el “socialismo” de Chesterton, o en el de Milbank y en el de otros politólogos o economistas cristianos de los siglos diecibueve y veinte (como Péguy o Schumacher, por poner sólo dos ejemplos), lo que importa es es el acontecimiento salvador de Cristo, el único acontecimiento salvador. Y por eso importa lo humano, todo lo humano y todo lo que sirva a la verdad de lo humano. E importan los diseños económicos o políticos que se sitúan dentro de ese horizonte y están abiertos a cualquier aportación o corrección que los enriquezca, venga de donde venga. De pasada, es quizás útil añadir aquí —y habrá que repetirlo muchas veces—, que desde el momento en que se adopta como marco último de comprensión de lo real eso que hemos llamado en la Introducción “la herencia de Suárez”, esto es, el dualismo “natural-sobrenatural”, esa subordinación de la fe y de la vida cristiana a una ideología, ya sea marxista, liberal, nacionalista, o cualquier otra, es sencillamente inevitable.
Chesterton, de hecho, se sorprendería de ver descrita su posición como “socialista”. Sus críticas al socialismo son igual de acerbas que lo son sus críticas al capitalismo. Y tampoco se trata de una “via media”, digamos, al estilo de la social-democracia. En realidad, la gran intuición de las páginas que siguen es que ponen de manifiesto cómo capitalismo y socialismo son el mismo perro con distintos collares. Por eso algunas personas pasan de uno a otro con tanta facilidad, y sin haber tenido que cambiar básicamente ninguna posición fundamental, salvo las palabras que ocupan el centro de la retórica. Los regímenes comunistas pasaron a ser capitalistas y liberales sin más trabajo que abrir las fronteras, y en general los amos siguieron siendo los amos.